La actitud del médico en su quehacer diario debe ser distinta a la de cualquier otra profesión. El trato a la persona humana, en este caso paciente, tiene que tener un alto contenido de humanidad, hay que ponerse en su lugar y sentir como él. Desear y actuar con él, lo mismo que uno quisiera para sí. Como la filosofía de Kant, obrar como si los principios de tu actuación fueran máximas universales.
En la formación del médico se echa en falta una asignatura de contenido humano y otra que estudie la personalidad del futuro facultativo. Es importante para el devenir de la profesión médica, ya que actualmente parece que el proceder se determina por ser impersonal y predeterminado. Hay que tener flexibilidad, pues todos los pacientes no son iguales, aunque tengan la misma patología. Asimismo, es fundamental comunicar de modo diferente, dependiendo de la peculiaridad de cada uno.
Es necesario saber transmitir la enfermedad, pues la calidad de vida del paciente no es sólo la física, también depende de su mentalidad. De nada sirve ser buen médico si deja maltrecha su psique. Tiene que tener un buen “asidero mental” para objetivar las responsabilidades y así, mantener un criterio firme.
Actualmente, con la llegada de la informática y, por tanto, de los ordenadores de mesa, el galeno ya no observa al paciente, mira al monitor, con lo cual la distancia con el paciente se hace un abismo y la empatía desaparece. Ese contacto que se mantenía ha desaparecido y el comportamiento es distinto, menos afectuoso
Se echa en falta la medicina artesanal que tanto ha hecho madurar y enriquecer esta profesión. Hoy en día los métodos que se utilizaban en el estudio del paciente, no se llevan a cabo, e incluso lo ignoran las nuevas promociones, como son la inspección, palpación, percusión y auscultación. Sólo perduran algunos, a duras penas. Quien no ha tenido la suerte de ejercitar estas exploraciones, no ha disfrutado de la medicina. Ese contacto con el paciente y poder dilucidar, saber, demostrar y, sobre todo, enfocar la patología base, sin soportes de medios técnicos, es una satisfacción que no se puede expresar.