En España, tanto los trabajadores de empresas privadas como los empleados públicos,  han involucionado a indolente o apático, palabras en desuso pero muy vigentes en la actualidad, tal vez,  no bien entendidas y a veces desprestigiadas por algunos, ya que pueden ser ofensivas, pero lejos de la realidad es una palabra llana, natural, que viene a corroborar la crisis de la que estamos escapando en nuestro país.

 Los trabajos se tienen que adaptar al horario que demanda el trabajador y no se realiza con acuerdo a la eficacia o beneficio de la empresa. Se quieren pedir sueldos que estén bien remunerados, como anteriormente, hecho imposible, ya que el trabajo efectuado no es el correcto, tanto en lo material como en el tiempo. Por otra parte, no podemos compararnos a otros países que no han tenido la crisis en la que hemos estado sumergidos, por tanto hay que levantar nuestra tierra siendo productivo y no exigiendo. Destruir, protestar es lo más sencillo, trabajar es más complicado, pero es lo más eficaz si queremos seguir adelante.

En la actualidad se busca un empleo, aunque no se esté cualificado para ese perfil, lo que ocasiona una merma en el resultado posterior y escaso beneficio para la empresa, más bien un deterioro en la producción y una posible quiebra posterior, lo que perjudica tano al empresario como al trabajador. Otro hándicap es, que el que procura un empleo está al margen de lo que son los derechos y las obligaciones, un poco olvidada por los sindicatos,  lo que acarrea de nuevo, un descalabro para el empresario y en consecuencia perdida del trabajo para el obrero.

Lo escrito son hechos más que suficientes para que permanezca todavía la crisis anclada en nuestro país, aunque saliendo tímidamente, y a esto hay que añadir la insuficiente formación para el formato de trabajo que se está desarrollando en la época  actual; ha cambiado en su totalidad en la mayoría de los casos. Ya la presencia física está despareciendo (presentismo); no hay que estar pegado  una silla siete horas, lo principal es que se tenga un buen resultado final, valorar  la productividad y el rendimiento, en resumen cumplir con los objetivos previstos.

Como conclusión, llevar a los sindicatos, bastante obsoletos en el día de hoy, que deben asesorar al trabajador de una manera honesta y con rigor de la veracidad de lo que sucede en el mundo en el que se mueven, aportando ideas para que el asalariado sea consciente de la realidad actual, y que es muy importante una formación  total e  íntegra de acuerdo con lo que se requiere ahora.