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 Es más sencillo destruir que construir, es más sencillo quitar vidas que dar soluciones.  Hoy la medicina, a Dios gracias, tiene infinidad de recursos para que todos los enfermos tengan una buena calidad de vida y les ayuden hasta los últimos días de su existencia.  

Es un tema complicado el de la eutanasia, pues no se vislumbra ni el principio ni el fin de las decisiones a tomar. Lo cierto es que si se pone en marcha, ya es imparable y no se sabe dónde va a terminar.

 Las personas de edad por ley natural, pierden esa vida activa que han mantenido mientras se es joven y todo su quehacer diario disminuye, por lo que ha de apoyarse en familiares, amigos, sanitarios, cuidados paliativos, etc. para llevar a cabo actividades en el día a día y en plena libertad.

El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprueba la Ley de Dependencia en 2006,  que apenas se utiliza, y está indicada para que no sucedan hechos, como el caso de María José Carrasco, al que su marido quitó la vida. Pero lo demencial es que lo grabe. ¿Para qué? Se adivina. Es lamentable que sucedan estas acciones y se deben sacar conclusiones, no apropiarse de la noticia y sacar provecho el Gobierno utilizando  la debilidad cultural de buena parte de la ciudadanía.

Esta ley que se puso en marcha para que no ocurra la triste noticia de un "homicidio negligente"; la mala gestión debido a la crisis que atravesamos y, en donde no se atisba solución a corto plazo, es por lo que seguirán sucediendo estos incidentes. La eutanasia no puede ser abanderada por el  Gobierno, que en vez de buscar soluciones promueve la muerte.

Resumiendo, la solución pasa por poner en práctica la Ley de Dependencia, tan aplaudida por los socialistas, como una apuesta natural y real en contra de la muerte provocada. No hay más recorrido.