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La palabra eutanasia procede del griego “eu” que significa bueno, bien, fácil, y de “thanatos”, muerte, es decir se designa la eutanasia a la “muerte sin sufrimiento”.

La vida humana se caracteriza por momentos de alegría, alternando con periodos  de sufrimiento hasta llegar a la muerte. O sea, la vida está hecha de forma natural para que nadie modele ninguno de sus momentos hasta el desenlace final. Para el Gobierno “la eutanasia es una muerte digna”, cómo se puede explicar semejante sandez o necedad, lo que hay que dar es “una vida digna”.  “La muerte nunca es una solución a nuestros problemas”, se lamenta en la COPE el Secretario General de la CEE Don Luis Argüello. La misma CEE lanza un comunicado elaborado por personas implicadas en este tema, como sanitarios, incluso enfermos y médicos, que comentan que en los momentos finales  de la vida la tarea más importante es asistir, amparar y, sobre todo, apoyar al paciente.  En este capítulo son imprescindibles los cuidados paliativos.

 ¿Cuál es la  finalidad de los cuidados paliativos? La misión principal es la de atender y cuidar a los enfermos es su estadío final, procurando tratar todas sus molestias tanto físicas como psíquicas, así como los síntomas derivados de la enfermedad para que se sientan mejor. En síntesis: que el tiempo que vivan tengan una buena calidad de vida, y a la vez mitigar o paliar este  tránsito tanto al paciente como a la familia hasta los últimos momentos. En la actualidad el 60% de los pacientes no tienen acceso a ser atendidos al término de sus días.

La eutanasia no da opción a la vida, es una derrota para la ciencia a la vez que un retraso para la comunidad. Es la negación de la medicina. Ahí están los cuidados paliativos como en su época la llamada Ley de Dependencia que Zapatero pone en marcha en 2006 y que apenas se utiliza por la mala gestión del Gobierno.  Ahora lo que se  quiere imponer es la falta de libertad junto a un ataque frontal a la vida y a la dignidad de la persona. En caso de que no mejoren con el tratamiento indicado por el médico que le asiste, está la alternativa de otro médico o los cuidados paliativos, siendo esta última  la principal indicación.

En España tanto la eutanasia como el suicidio asistido no se pueden realizar ya que ambos están prohibidos. Existen algunas dudas para diferenciar la eutanasia con el suicidio asistido. La primera facilita la muerte a una persona en situación de enfermedad grave, crónica, invalidante e incurable, mientras que en la segunda un profesional sanitario asesora o indica al enfermo que sustancias tiene que tomar para cometer un suicidio en ciertas circunstancias.

El Congreso de los Diputados el 17 de diciembre de 2020 aprueba con 198 votos a favor, 138 en contra y dos abstenciones la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia;  una vez entre en vigor, en determinadas situaciones, la muerte asistida desaparecerá. Tan sólo seis Estados de los 194 que hay en el mundo han legislado la eutanasia.

 Lo que  está tramitando el PSOE es la muerte del paciente, en lugar de poner en marcha los cuidados paliativos en toda su extensión, ya que es aquí  donde adquieren máximo protagonismo y únicamente son  utilizados por el 40%, lo que no ocurre fuera de nuestro país. Siempre hemos sido precarios en materia sanitaria: falta de material, médicos mal pagados, por lo que salen al extranjero, escasez de investigación por el mismo motivo, falta de médicos preparados para saber qué hacer en los momentos finales del paciente, etc.

El semanario católico de ABC, Alfa&Omega, correspondiente al mes de octubre de 2020 (del 8 al 14), realiza una entrevista al doctor Alberto Alonso, jefe de cuidados paliativos en La Paz: “La eutanasia no forma parte de los cuidados paliativos”, comenta Alberto Alonso. “Lo que se trata es de mejorar la calidad de vida en pacientes con enfermedades progresivas y avanzadas o en estadío terminal”, matiza el doctor Alonso.

Es una necesidad imperiosa su puesta en marcha en todas las CC.AA y dejar de politizar su utilización. Lo primordial es el paciente en toda su escala social que abarca desde el propio apoyo para hacerle la vida más agradable, hasta la familia que  se ve arropada, con lo cual tiene menos carga y sufrimiento, además de tener una atención desde el punto de vista psicológico.

Asimismo, en otra entrevista realizada al obispo de Burgos Mario Iceta en Alfa&Omega el mes de diciembre  (del 3 al 9),  manifiesta: “La eutanasia no es una cuestión médica sino más bien ideológica”. “El médico está para amparar, socorrer, aliviar al paciente, no para quitar una vida”, termina el obispo Iceta. Los políticos en general, apartando ideologías, no deben entrar en esta coyuntura y hacer valer la vida en el sentido estricto de la palabra: “La vida la da Dios y de él depende”.

El Confidencial recoge unas declaraciones de Marcos Gómez Sancho coordinador de una sociedad de la Organización Médica Colegial (OMC), Observatorio de Atención al Final de la Vida, que reúne a todos los colegios médicos de España: “El gran vacío que tenemos en nuestro país no es la eutanasia, sino la falta de atención médica a estos pacientes”, explica Marcos Gómez. “Alrededor de 60.000 españoles mueren cada año por motivos que podrían haberse solucionado, si hubiesen sido atendidos en centros especializados”, matiza el portavoz de la OMC.

Si más de la mitad de los enfermos no tienen posibilidad de una atención médica adecuada en el final de sus días, cómo se puede aplicar la eutanasia. El Gobierno es el que tiene que actuar en estos casos y poner los medios adecuados para no llegar a esta aberración.

La medicina tiene capacidad suficiente para solucionar estos hechos que acontecen como un acto más en la práctica diaria del galeno, pero para dar una buena solución es indispensable se tengan los medios adecuados como son los cuidados paliativos, que por lo que se deduce, al Gobierno le parece excesivo desembolso y es más sencillo quitar una  vida,  ya que en estas circunstancias  los gastos correrían  a cargo de la familia.

Además,  se puede acudir o disponer de la sedación paliativa según la voluntad de cada paciente, que con anterioridad ha determinado hasta donde  debe llegar el tratamiento médico, para eso está el “testamento vital”. Éste consiste en  un documento en el que cualquier individuo decide, en un momento de su vida, pautas a seguir respecto al tratamiento médico en su etapa final, así como, qué hacer con su cuerpo en caso de fallecimiento y si quiere ser donante de órganos.

Como se ve, se ofrecen un abanico de posibilidades que deben estar al alcance de quien las  necesite. Si la eutanasia en España  llega  a ser legalizada, será un “cajón de sastre” en donde entrarán otras medidas,  diferentes  a las aprobadas en un principio,  para ser  aplicadas.