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El síndrome de las piernas inquietas (SPI) es una alteración de origen neurológico que se caracteriza por una necesidad incontrolable de mover las piernas y que generalmente sucede durante el sueño.

Sir Thomas Willis las describió por primera vez en 1672. En 1923, Oppenheim piensa que no es un trastorno neurológico y en 1944 el Dr. Ekbom, la estudia en profundidad. En 1945 es cuando se da nombre a esta patología como síndrome de las piernas inquietas o síndrome de Wittmaack- Ekbom.

 SíntomasEl SPI produce insomnio, siendo este el síntoma más común en las personas mayores. Al principio no se le da mucha importancia por parte del médico, pero con el tiempo se vuelve fastidiosa y molesta, por la sensación de no dejar de mover las piernas. Son como pinchazos, calor, sacudidas musculares o dolor. No existen calambres, sino intranquilidad o inquietud, sobre todo al estar en reposo, sentado o tendido y desaparece con el movimiento, como andar. En ocasiones ni la familia ni el médico intuyen el problema del paciente.

Además de las molestias en las piernas, suceden igualmente en brazos, notando bajo la piel como si le apretaran, como una descarga eléctrica. En general, los síntomas se dan cuando el paciente está quieto, como estar en la cama o sentado. Cuando están acostado y despiertan al paciente, lo que hacen es darse masajes, mover los miembros, e incluso duchas. Todo esto hace que al levantarse estén irascibles, coléricos, cansados o con malestar. 

Los efectos secundarios influyen en el trabajo, al disminuir la capacidad de la memoria y concentración, afectando a la calidad de vida, dando lugar al estrés. Otras manifestaciones asociadas son: ansiedad, ligera depresión, aumento de los síntomas por la noche y es frecuente que afecten a ambas piernas.

Diagnóstico. El diagnóstico del síndrome de las piernas inquietas sigue todavía sin aclarar. No existe motivo por el cual se origine esta enfermedad. Es normal que los pacientes acudan a varios médicos para obtener un valoración exacta y precisa. Ocurre en personas entre los 40 y 60 años, con antecedentes de nerviosismo y dolor desde la infancia.

Una gran mayoría, como se ha comentado, son incapaces de describir los síntomas por lo que padecen este síndrome durante varios años, pensando que estas molestias desaparecerán en algún momento. Un examen correcto, se basa en un estudio del sueño y en caso que se demuestre que es la causa, es recomendable acudir a un equipo que trate los trastornos del sueño.

Tratamiento. En el tratamiento médico han habido avances, pero es compleja su curación. Es necesario hacer un estudio analítico para ver los niveles de hierro, ácido fólico, etc, para descartar una anemia ferropénica. Si existe anemia, con tratamiento médico existe mejoría del sueño y si se administra levodopa, que se utiliza en la enfermedad de Parkinson, existe una mejoría en la calidad de vida de los pacientes. En caso de que haya dolor, se tratará con analgésicos como la aspirina, ibuprofeno o paracetamol. Asimismo, se indican baños con agua caliente o métodos de relajación.

Igualmente, se utiliza para el SPI opiáceos, pergolida, benzodiacepinas, la levodopa, ya comentada anteriormente, vitamina E, algunos fármacos que se utilizan para el tratamiento de la esclerosis múltiple, etc. Otras medidas terapéuticas son la Homeopatía, Reflexología, Acupuntura y complementos alimenticios, así como la terapia de relajación y de grupo. 

Existe otro trastorno análogo que es el Movimiento Periódico de las Extremidades (MPE), que se caracteriza por movimientos reiterados, persistentes en piernas o brazos durante el sueño. La persona no es consciente de estos movimientos. En el SPI no pueden dormir, ya que sienten la necesidad inevitable de mover las piernas. Para el diagnóstico del MPE, es imprescindible ser estudiado en la unidad del sueño.

Al igual que ocurre con el SPI, los tratamientos son similares, la levodopa y medicamentos que se utilizan para control de la sintomatología. Las causas son desconocidas, aunque se están realizando bastantes adelantos, sobre todo si se hace un diagnóstico precoz. En ambos trastornos hay antecedentes familiares y los factores de riesgo son los mismos, tabaquismo, alcohol, obesidad, cafeína y una vida tranquila y estática.

En el MPE, la percepción que tienen es como un tirón, hormigueo, como si unos bichos estuvieran en el interior de las piernas y subieran. El mover las piernas o brazos, mejoran la sintomatología.

El diagnóstico se basa en el SPI, en un estudio médico y para el trastorno periódico de las extremidades, es esencial una valoración del sueño (cromolitografía), que se acompaña de un análisis de sangre y orina para valorar si existe anemia, falta de hierro o una alteración en hígado o riñón.

Respecto al tratamiento, cambios en el hábito de alimentación y el médico, es lo mismo que se utiliza para el Parkinson. Evitar la cafeína y en caso de anemia por falta de hierro, complementarlo, además de fármacos anticonvulsivos como la gabapentina o la carbamazepina.