Capítulo 1

Decir que la vida es ilógica no es cierto, al final prevalece lo pensado o realizado a lo largo del tiempo de la existencia vital. Llega lo impensado pero intuido. 

La tierra en donde convive la sociedad humana, palabra tan pequeña para contexto tan amplio, está formada por una sucesión de acontecimientos en la cual cada uno desarrolla sus proyectos según sus inquietudes. Estas inquietudes no son impulsos, sino más bien diríamos son reacciones preestablecidas o portadoras (genes) desde el mismo instante en que nacemos y que vamos desarrollando hasta el momento en el cual nos encontramos.

 La vida mediatizada por una serie de acontecimientos que inundan nuestras mentes, hace desarrollar una actividad, que sigue por unas leyes que cada cual interpreta según su razonado pensar. Algunas de ellas, que en principio fueron dadas por Dios, pienso, han ido unas evolucionando a lo largo de los siglos, otras involucionando, incluso llegando a desaparecer, para llegar al alcance de la mente del hombre, por eso éste ha ido mutándolas y dándoles forma según las circunstancias en el  momento que se desarrollan. Ha sido el más inteligente, el más carismático, el  creador de estos principios, el que ha ido dando contenido según  su contexto espiritual, no sin dejar aparte, el material.

Es por eso, que llegamos al cabo de los siglos a esta irrefrenable carrera de nuevas teorías cambiantes, llenas de modismos y de contradicciones. ¿El porqué de tantas teorías dogmáticas en principio, vacilantes más tarde y derrumbadas después? ¿Qué normas tan frígidas descubre el hombre? Acaso caprichos, acaso orgullo, acaso conocimiento.

           Pero aún así, nacen nuevas leyes día tras día, y días tras día desaparecen. Estamos inmersos en un mundo de consumo de conceptos, que el hombre legisla y el hombre abate. No obstante, son precisas, marcan directrices, equivocadas o no, que hacen crear impulsos y despertar la mente.

            Aun así, el ser humano lucha con ambición por delimitar sus posesiones e intentar que nadie se introduzca en ellas, pero son las normas dictadas por el hombre las que van a decidir sobre su autonomía y por ende, sus lindes. La ley es para el más fuerte ya que no se ve vigilado por ella, sino, incluso obviado. No importa si es culto o no, si es ilustrado o no, tampoco la clase social, en el fondo  importa poco; el hombre no es culpable de su estancia en la tierra. Se pueden citar ejemplos de personajes ilustres que en principio fueron negados por la sociedad y después fueron acogidos, no sin pasar antes la reválida de ésta.

            En ocasiones, el  camino es angosto y tortuoso, sin marcha atrás y con callejones sin salidas. ¿Seríamos capaces de hacer un quiebro a la sociedad? Difícil, pero no imposible. Si saliéramos de ella seríamos hostigados de una manera implacable y con gran desgaste de nuestra psique.