En España existe un exceso de hospitales públicos y si hablamos de especializados, mejor abstenerse de comentarlo. Lo que la Organización Nacional de Trasplantes reconoce, es que cuatro de las dieciocho unidades de trasplante cardíaco que hay actualmente en España no son necesarios. Qué hay demasiados hospitales encargados de trasplante de corazón es muy racional, incluso se ha debido tomar esta decisión mucho antes.

 

 El criterio que se ha seguido es, que los que no cumplen con el requisito de realizar quince trasplantes anuales, deben ser “eliminados”. La norma en sí, es absurda. Lo que debe predominar es  el lugar geográfico, así como los datos de gestión, que dicho hospital debe tener. O sea, no solo el trasplante, sino toda la parafernalia que lo rodea, además de toda la cirugía que genera.

Matesanz,  director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) ha estado poco afortunado para justificar el cierre de cuatro unidades de trasplante cardíaco. Es lógico que en nuestro país, no puedan existir tantas unidades de trasplante cardíaco, porque ya existe un exceso de hospitales públicos en general. Estuvo “nefasto”, porque no lo achacó a los “recortes”, sino que había centros en donde los trasplantes no llegaban a 15 al año; pero lo más grave es que subrayó “que daban más confianza a los pacientes en los centros donde se realizan más trasplantes”. Es decir, que en donde se efectúan menos trasplantes o menos cirugía general, no tienen la suficiente solvencia y por tanto crean más inseguridad.  Es lo que ha matizado Matesanz.

La declaración expresada no está pensada y no es justificable. Es cierto, que el gasto que genera un trasplante es excesivo, teniendo en cuenta que se ha mejorado el tratamiento de los pacientes cardíacos, tanto desde el punto de vista farmacológico como quirúrgico, incluso con técnicas no invasivas.

La conclusión nos lleva, a que en los hospitales pequeños, no de capital, los comarcales u otros similares, en donde se realiza cirugía, pero en proporción menor  a las que se realizan en Madrid, Barcelona, Valencia, etc.,  la confianza del paciente debería ser  menor. Esa reflexión está poco o nada pensada, carente de ética y puede herir susceptibilidades.

Que se digan esas cosas, no tiene importancia, no pasa nada, en España no pasa nada. Únicamente, si algunos  señores los quieren, como ocurre con  los políticos y algunos periodistas “economizados”, que son bastantes. Los cargos políticos tienen esas “cosas”, que cuando menos se espera la pifian y además con cierta frecuencia. O se hila fino para decir las cosas o no, porque  ya está bien el trato que se dan a ciertos temas.