Lo que le gustaría a la izquierda es olvidar la parte del pasado que no se ajusta a su estrategia política. Todo lo sucedido hasta ahora, pero que sabe a “español”, canciones, ritos religiosos, himno nacional, o sea lo que conforma o define a una nación, no les interesa, para que las generaciones presentes y futuras desconozcan el genuino folclor que tiene España.

¡Pero insensatos!, el mundo empezó hace unos 400.000 años. Pedro quiere eliminar 80 años, los que no le agrada. No le gusta la historia que recrea la vida “normal” que siempre ha intentado llevar la derecha, a veces  con errores. Sin embargo, sobre la república no rectifica y ahí está el motivo que le ata al poder.

 Estar en un escaparate no dura toda la vida, pero los sentimientos son eternos, duraderos, no tienen fin. La exhibición o propaganda varían con el tiempo y mueren. La ministra Celaá, se ha equivocado, lo sabe, de hecho la han borrado literalmente del mapa político, porque la ley de estudios que programó, es de lo más deshonesto e indecente.

España ha bajado hasta lo más ínfimo, es un país terciario y lo peor es que nos estamos acostumbrando, mejor dicho, Pedro y compañía, nos están familiarizando con el modo de vivir, en la miseria y en la penuria. Por seguir aclarando, han terminado los Juegos Olímpicos Tokio 2020, y el presidente del COE, Alejandro Blanco, declara: “La delegación española ha hecho un buen papel y debemos estar contentos”. “La COVID-19, no ha atacado a todos los países de la misma forma y los atletas se han superado”, continúa. Es decir, que  reivindica la mala gestión del Gobierno respecto a la pandemia y que el conjunto español ha estado a una gran altura.

Como se deduce estamos en la mediocridad en todos los aspectos. En la Olimpiada se esperaba más del atletismo español y no ha superado la marca establecida en Juegos Olímpicos anteriores. El periodismo, de todos los colores,  actúa como siempre a favor del Gobierno y jugando con la escasa formación del español medio y menos medio, defendiendo estas situaciones.

Pero el “megalómano” se ha ido de vacaciones, a una “casa”, que antes fue del rey Juan Carlos I; bien arropado, no por su familia, sino por los que pagamos  todas estas excentricidades que se le ocurren. Así que ya se acabó la preocupación en todos los aspectos: sanitarios, como la pandemia, eléctricos, factura de la luz, educacional, porque existen las vacaciones y todo está resuelto; si existe algún problema se reúne telemáticamente desde Lanzarote y a seguir vacacionando.

No es admisible que todo lo que se ha hecho desde que empezó la democracia, se hunda en cuatro años. El envite que tanto ha costado hay que luchar por mantenerlo. Se está demostrando que en España no hay buenos políticos, a la vez que periodistas útiles. Tanto unos como otros tienden al ostracismo, la ambigüedad, la duda, no son doctos en sus apreciaciones. En resumen, para ellos no existe el si ni el no, sino todo lo contrario.

Comentando sobre los que se encargan de la comunicación, decir que una gran mayoría  adolecen de los principales valores que representan su código deontológico. En numerosas ocasiones o circunstancias relatan el titular de la información, pero no el desenlace final, casi siempre dependiendo de los intereses comerciales, políticos o  circunstancias especiales.

Este tema compete a todos los medios de comunicación, sea de la ideología que practiquen o profesen. La noticia del periodista debe ser, ante todo, veraz, rigurosa, contrastada, completa y suficientemente detallada, excepto en casos excepcionales impuestos por Justicia y Estado. Poco se habla de la actuación del Gobierno en las circunstancias actuales, no voy a enumerarlas pues todos las sabemos y la prensa no dice nada en concreto, sino que se diversifica y le pasa la “patata caliente” a su equivalente.