En la época actual de crisis de valores que tenemos, hay que sumar  la crisis de la ciencia y tecnología, que aborda con claridad  en su libro “La razón estrangulada”, Carlos Elías Catedrático de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid. Hago una pequeña síntesis de este controvertido ensayo, para hacer reflexionar a la  ciudadanía que estamos atravesando un periodo en el que la falta de espíritu de renovación nos lleva a un inmovilismo intelectual que es preciso estimular.

 

         Estamos sujetos más a la ciencia que a otros conocimientos estructurados ya constituidos, sin embargo la ciudadanía se interesa cada vez menos por ella. En Occidente se va perdiendo la vocación científica y es necesario hallar los motivos. Rees y Filkin, ingleses, dicen que en Gran Bretaña sucede lo mismo.”Me extrañó, estando allí la Royal Society (1662), impulsora de la cultura científica y la revista Nature”, comenta C. Elías, Catedrático de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid.

          En España, hasta 1847 con Isabel II, no se creó la R. Academia de Ciencia, que es en la actualidad la R. Academia de la Lengua. Siempre ha predominado las letras. Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, la corona se opuso a la creación de una academia de ciencias, aunque no a la de humanidades. El Prado se ideó para ciencias y terminó con pinturas de reyes. La diferencia entre España y Gran Bretaña está en función de los Nobel. España, 1 (Ramón y Cajal); Gran Bretaña, 47. Si Hispanoamérica hubiese sido conquistada por Gran Bretaña, otra cosa sería. La caída del Imperio español y de la cultura latina, se debió a falta de aprecio y conocimiento por las ciencias naturales.

            Umberto Eco sostenía que la magia está cada día más presente en los medios de comunicación. La varita mágica se ha transformado en los botones; la tecnología ha sustituido a la magia, ya que la gente no se preocupa de cómo funciona una fotocopiadora. Aprieta el botón y se produce el milagro. Pasar de causa a efecto por cortocircuito. La simultaneidad entre causa y efecto se ha transferido a la tecnología. Lo cierto es que los medios de comunicación no están por la labor de explicar las causas y los efectos. “La tecnología y el desinterés por las causas y los efectos, provocan que a la sociedad no le atraiga la ciencia”, señala Umberto Eco. El periodista busca lo que la ciudadanía demanda, el componente  que cure el cáncer y no los pasos intermedios, no interesa a la sociedad, sólo el resultado, que cure.

            Mayor contacto con la naturaleza más interés por lo científico y tecnológico. Cómo podían comprender lo que significaba un genoma de pollo, si no habían visto nacer un polluelo en directo.    ¿Dónde nos puede llevar esta falta de aprecio por las ciencias? como dicen Rees y Filkin. El periodista aspira a ser “honestamente subjetivo”.

            Científicos y periodistas, son dos profesiones que se parecen mucho: son absolutas, maravillosas, absorbentes, necesarias para la sociedad y muy ingratas; buscan la verdad y hacerla pública. No se defiende la doble titulación ciencia-letra, por lo que existe un vacío cultural. Muchas trabas para evaluar los dos campos. Ambos están muy alejados y desean permanecer así, lo que justificaría las causas del desencuentro ciencias-periodismo y por ende el declive de las ciencias.

            Aristóteles en ciencias y letras. Platón es el mundo de las ideas. Aristóteles, fue el primero en aplicar los sentidos, la lógica y el pensamiento racional. Oxford y Cambridge, llevan 600 años enseñando Aristóteles. La “Retórica de Aristóteles”, todo lo que hace falta para hacer periodismo, el arte de la persuasión. Expresa todo lo que hay que saber. “Eso me dio una idea de la diferencia entra ciencias y letras”, afirma el profesor Carlos Elías. En física con los conocimientos de Aristóteles no vamos a ningún sitio, pero en ciencias sociales o en humanidades, sí. Son la esencia, y el resto son sólo variaciones o interpretaciones de esa ciencia. El estudio de la retórica que ejercían los políticos, filósofos o  los intelectuales de cada época, definían mejor el período de cada momento de la historia. La retórica y la oratoria son armas de persuasión, sobre todo en países dictatoriales, en donde se ha suprimido de los programas académicos. La retórica la utilizaban los sofistas para defender una postura, aunque no fuera la verdadera, sino la que consiguiera persuadir mejor, más en una masa poco formada, es lo fundamental para ser un buen político.

            Carnéades, defensor del escepticismo, dice que la verdad no existe y por tanto, no puede conocerse con certeza. El escepticismo es decisivo para la formación de periodistas y cineastas. Para los griegos la corriente opuesta al escepticismo es el dogmatismo (D), que dice que existe una única verdad y que la razón humana puede acceder al conocimiento de la verdad siguiendo un método. El dogmatismo descansa en la razón.

             Para la iglesia el D es la verdad absoluta revelada por Dios y no puede ser discutida. Lo D significa a la vez racional o irracional; esto ha sido hábilmente utilizado por críticos de las ciencias naturales para tachar a los científicos de dogmáticos y, por tanto,  de intransigentes, autoritarios o pedantes. Platón y Aristóteles, eran D. Ambos pensaban que sólo existía una verdad científica (filosófica). Pero los dos mayores pensadores de la historia occidental se diferenciaban; mientras que Platón creía que esa verdad venía de la reflexión abstracta, Aristóteles veía un elemento fundamental en la observación. Por eso existe un abismo entre ambos.

            Aristóteles no sólo reinaba en las asignaturas de retórica, sino también en las de narración, que se centra en lo principal, eliminando las partes innecesarias. En químicas los profesores jamás mencionan la Retórica o la Poética de Aristóteles; ahí está el desencuentro: mucho científicos piensan como Platón, que la verdad no necesita ser divulgada porque es obvia, y los periodistas creen que la verdad no se obtiene de la lógica y la metodología científica, sino de que el que los convenza mejor, como sostienen los sofistas.

                En Gran Bretaña crisis de ciencia. Se fue a Londres. Ante la mala imagen que estaba teniendo la ciencia en los medios, la Royal Society sugería, en ese informe de 1985, que se impartiera a los científicos nociones sobre comunicación mediática, de forma que éstos se pudieran hacer cargo de la información científica y sustituyeran a los periodistas. O sea, que ese entrenamiento en comunicación de la ciencia debería hacerse con profesionales de los medios, pero supervisado y dirigido por científicos naturales. "En España se hace lo contrario: son las facultades de Periodismo o de Letras, los que han asumido motu propio la responsabilidad de formar a los comunicadores de la ciencia, lo que demuestra la escasa influencia que aún tienen las ciencias naturales en este país", matiza el profesor Elías.

            El Imperial y su grupo de comunicación, es un lugar donde los periodistas van a aprender ciencia pura o historia de la ciencia, y los científicos, a entrenarse en periodismo, técnicas cinematográficas y de TV. Pensaba que esos campos los tenían asimilados: cómo afecta el poder y la sociedad actual a la comunicación científica y ésta al declive de la propia ciencia. Si el Imperial podía considerarse la Facultad de Ciencias de la Universidad de Londres, la LSE (School of Economics and Political Sciences) sería la de Ciencias Sociales; es un laboratorio de ideas.

            Me interesa describir lo que son las grandes universidades de élite anglosajonas, porque en España (o en el ámbito latino), no existe nada mínimamente parecido. Son grandes y efectivas difusoras de tendencias intelectuales en la sociedad globalizada actual. El que quiere ser alguien en el ámbito académico mundial, tiene que estar en su entorno. No sé si esto afecta o no al declive de la ciencia. El lema de la LSE  es comprender las causas de las cosas. "Me dieron dos consejos: que releyera con frecuencia a los clásicos y que jamás dejara de abordar cualquier tema que creyera interesante, porque nunca existe una sola causa que explique un fenómeno complejo. Al final tuve que defender mis conclusiones sobre “las causa del declive de la ciencia en la cultura mediática”, se lamenta Carlos Elías. "Las universidades anglosajonas de élite potencian la idea, entre alumnos y profesores, de que sólo puede realizarse una síntesis correcta de un asunto relevante si se tiene como base la erudición. Occidente ha donado al mundo: la ciencia moderna y los medios de comunicación. Tal vez, uno de los contendientes, la ciencia, perezca tras la confrontación", termina.

            Esta sinopsis simplificada de “La razón estrangulada”, del profesor Elías, nos hace razonar sobre el desencuentro que ha existido y aún permanece, entre las dos disciplinas culturales más influyentes, y el desgaste que ha sufrido todo lo relacionado con lo científico y que perdura, a pesar de los esfuerzos que se realizan en todos los medios, sobre todo públicos, para su divulgación.