A medida que avanzamos en el tiempo, a más riesgos nos enfrentamos. Los beneficios que nos proporciona la vida, nos da un sin fin de peligros, sobre todo, en  manos de personas poco expertas. Actualmente,  estamos contemplando una enfermedad  que aumenta en número y que aparece con más frecuencia en individuos jóvenes, se trata de la demencia.

 

La era moderna nos ha llevado al bienestar y a consumir alimentos de formas diferentes, tanto en el hábito como en la calidad. La rapidez con que se quiere vivir altera hasta  la forma de alimentarnos. El Mundo, en la Sección de Salud y dentro del capítulo Neurociencia, publica un estudio en el que habla  de alteraciones en el cerebro ligados a la demencia en personas que fuman, tienen hipertensión arterial, son obesas o sufren diabetes. En todos los casos se afectan los vasos sanguíneos dando lugar a infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares, así como deterioro de la función cerebral que lleva  al trastorno mental. La revista 'Neurology', da a conocer los cambios del cerebro en personas de edad media según el hábito de vida y patologías concomitantes.

Charles DeCarli, de la Universidad de California (EEUU), señala El Mundo, estudió a más de 1.300 personas sin demencia y una edad  alrededor de los cincuenta años. Se valoraron los factores de riesgo y a todos se les hicieron  resonancia magnética cerebral y  test para observar las funciones psíquicas. Tras un periodo de diez años se realizó un estudio comparativo en dichos individuos que demostraron que los  obesos tenían  una reducción  general del volumen cerebral; en los hipertensos había  una afectación generalizada de la sustancia blanca, mientras que en la diabetes y el tabaquismo, el daño se localizaba en el hipocampo, la más afectada en el Alzheimer. 

  “Empezamos a tener datos de que un cambio de hábitos, alimenticios entre otros, a partir de los 50 años nos beneficia, ya que reduce el riesgo  de padecer demencia a los 70 años”, asegura Pablo Martínez-Lage, coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología. “Aún no se conocen bien los mecanismos por lo que el tabaco o la obesidad provocan neurodegeneración, aunque la lesión se localiza a nivel celular y en un período largo de tiempo", asegura Martínez-Lage. "Sucede que las arterias cerebrales están indemnes, llevan oxígeno y otros elementos, pero la célula muere. Practicar la actividad intelectual, el ejercicio físico y evitar factores de riesgo vascular, son premisas relevantes para bajar el número de demencias”,  concluye Pablo Martínez.   

"El ideal de “tener una gran barriga”,  en otros tiempos de hombre “saludable”, ha dado un vuelco tras los análisis y publicaciones que están apareciendo. “Teniendo en cuenta  que el 50% de los adultos en EEUU, tienen obesidad abdominal, es un hallazgo inquietante”,  dijo la autora del estudio Rachel Whitmer, de la División Permanente de Investigación de Oakland, California. Este es el primer trabajo que argumenta la obesidad como causa de demencia en la edad adulta. En esta investigación,  se midió la grasa abdominal de 6.583 personas con edades comprendidas entre los 40 y 45 años en California. A los  36 años se constató que el 16% de los estudiados desarrolló enfermedad mental. Los que tenían sobrepeso, pero no con barriga pronunciada tenían el 80% menos de probabilidades de desarrollarla. “Cuando uno lleva el peso, sobre todo en la vida adulta, puede ser un indicador importante del riesgo de contraer trastorno mental, apreciándose también  una mayor atrofia del cerebro”, explica Whitmer.

 Asimismo, se ha constatado que la probabilidad de sufrir esta patología, aumenta más con la edad, pudiendo llegar a triplicarse cuando una persona alcanza los 70 años y además tenía sobrepeso. Esto incrementa la posibilidad de que la persona sufra en el futuro la enfermedad de Alzheimer. De hecho, la Universidad de Columbia publicó un estudio no hace mucho en el que relacionaba la dieta con la reducción de la incidencia de esta enfermedad y la mejora de los enfermos que la padecían, siendo aconsejable seguir la dieta mediterránea. Las que están cargadas de grasas no son recomendables y originan todo tipo de padecimientos, por lo que es necesario mantener un estilo de vida saludable,  asociando una dieta adecuada con la actividad física.

En relación con este tema, se ha llevado a cabo una investigación que aparece en «Archives of Neurology», protagonizado por científicos suecos del Instituto Karolinska, publica ABC, en la sección de Salud. Avala y  amplía las conclusiones del trabajo realizado por  estadounidenses de los Institutos Nacionales de la Salud y publicado antes del verano por el British Medical Journal.  Miia Kivipelto y diez investigadores más del Centro de Investigación del Envejecimiento del Instituto Karolinska, así como científicos de otros hospitales de Suecia y Finlandia, han presentado los resultados  de su estudio en Estocolmo, en el marco del último Congreso Europeo de Cardiología. Al publicarse en dicha revista científica, ha tenido una  mayor valoración. Estos investigadores han hecho un seguimiento durante veintiún años de 1.449 personas, para concluir que la obesidad y el sobrepeso, en las últimas etapas de la vida, son un riesgo importante en la  aparición de demencia.

Igualmente, continúa ABC, se están realizando diversas campañas de concienciación en países avanzados, entre ellos España, para combatir el sobrepeso. Las recomendaciones de los clínicos, como por ejemplo, la medida de la cintura para valorar la cantidad de grasa intraabdominal, son aptas para saber si una persona está en riesgo cardiometabólico. Igualmente, es importante evitar los excesos en gastos del Sistema Nacional de Salud. En España los costes directos e indirectos relacionados con la obesidad suponen un 7% del gasto sanitario total. Esto supone unos 2.500 millones de euros anuales.

 ABC, en su sección de Salud,  resalta un estudio sobre el uso de las bebidas alcohólicas, en donde el equipo de Sara Sjölund ha analizado los datos de 49.321 hombres suecos nacidos durante 1949-1951 y que fueron reclutados para el servicio militar de Suecia entre 1969 y 1971. La conclusión obtenida sobre el  cociente intelectual (CI), demuestra que los resultados en la prueba del CI más bajo estaban asociados a un mayor consumo de alcohol. “Hasta ahora, los resultados previos en esta área habían sido inconsistentes”, admite Sara Sjölund, autora del trabajo que se publica en «Alcoholism: Clinical & Experimental Research».  “Es probable que un mayor CI lleve a estilos de vida más saludables, aunque no se puede  descartar  problemas en la infancia, que podrían influir tanto en el CI como en la salud”, matiza  Sjölund,

Estos resultados pueden variar entre culturas y países. “Gran parte de la asociación entre el CI y el consumo de alcohol puede ser colateral  y puede estar en relación con experiencias de la vida diaria y diferencias en las situaciones sociales», comenta Daniel Falkstedt, uno de los autores.