HipocampoLa depresión ha existido desde que el hombre está en la tierra y su tratamiento ha sido el caballo de batalla para los psiquiatras. Ha tenido diversos nombres, melancolía, abatimiento, histeria, ansiedad. Se puede definir como un sentimiento profundo de tristeza, en donde se incluyen casos graves como menores, en los que aparece pérdida de interés por las cosas, ideas de culpabilidad, disminución de autoestima, pérdida de apetito. La soledad es una a de las causas principales de esta enfermedad.

Los médicos generales ven con frecuencia cuadros depresivos de mediana intensidad, con su cortejo sintomático, como insomnio, molestias digestivas, cefaleas, etc. Se instaura tratamiento con psicofármacos antidepresivos, lo cual perjudica más que beneficia, ya que los síntomas descritos revelan crisis de ansiedad y no de depresión.

 

 

Hipócrates, padre de la medicina, la describió en el siglo IV a.C. como un estado de ánimo nacido de la bilis negra. Asimismo, Aristóteles decía que los personajes ilustres de la época, sufrían la enfermedad. Galeno de Pérgamo (131-201), describió la melancolía y Santo Tomás, creía que la melancolía la provocaban los demonios.

En la Edad Media aparece el tratado de Ishaq Ibn Imran, "Magâla fî âl-Malîhûliyâ", hablando de esta patología, destacando su causa en elementos físicos. Posteriormente, en el siglo XVI, época renacentista, André de Laurens, publica, "Discurso sobre la conservación de la vista, las enfermedades melancólicas, los catarros y la vejez", basándose en la “bilis negra”. En el siglo XVII, el médico británico Thomas Willis, fundamenta causas químicas en el origen de esta enfermedad.

A finales del siglo XIX y principios del XX aparecieron nuevos conceptos, ansiedad, histeria, hipocondría, fobia, depresión. Fueron el alemán Emil Kraepelin y el austríaco Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, los que dieron un concepto orgánico el primero y Freud, sigue con el estudio de la personalidad, el “ello” y el “superyó”.

Se ha constatado que el hipocampo (llamado así por su forma de caballito de mar), va disminuyendo de tamaño y existe una alteración de los ritmos circadianos. Lo importante es cómo las reacciones ante acontecimientos que suceden en la vida, desembocan en esta patología; otros factores que influyen son la genética, medio ambiente, estrés… Lo que sí se sabe que la atrofia se origina por el estrés crónico.

La regulación de los ritmos circadianos del paciente y el ataque a los factores neuroquímicos están detrás de la depresión. Es importante saber que la depresión es una enfermedad médica.

Existen varios tipos de depresión: Psicosis maniaco-depresiva llamada en otros tiempos psicosis circular y hoy trastorno bipolar. Los síntomas se dan en periodos diferentes en el tiempo. En la fase maníaca, el paciente se encuentra alegre, contento, es hablador, transmite euforia y optimismo, bromas pesadas, ideas de grandeza. Pasada esta fase, el paciente comenta que cuando mejor está es cuando está en la fase depresiva, que es opuesta a la anterior. Se caracteriza por inhibición psicomotriz, lenguaje escaso con voz baja, pesimista, sensación de tristeza, sobre todo por las mañanas, lo que motiva que el suicidio se dé con más frecuencia en esta etapa del día. Los días se hacen inacabables para el enfermo. Las recidivas son frecuentes, más en primaveras y verano.

López-Ibor en los años sesenta, señalaba dentro del círculo de la psicosis maníaco-depresiva, la “timopatía ansiosa” cuyo síntoma principal es el trastorno en la afectividad, con cuadro depresivo leve, acompañado de ansiedad.

Otras clases menos graves son la distimia, en donde los síntomas desaparecen pronto, aunque hay recidivas; el trastorno disfórico premenstrual, que aparece con la menstruación y desaparece con la misma; el trastorno estacional, que se da con más frecuencia en otoño e invierno y parece ser, por falta de luz solar. Existen discrepancias sobre el tema, y por último, la depresión post-parto, con todos los síntomas de la depresión, aunque menos acusados. Está indicada la terapia de grupo, con la toma de antidepresivos en ocasiones.

Síntomas. Existe un factor predisponente y otro desencadenante, con sintomatología muy dispar, aunque siempre con una connotación negativa. Entre los más significativos están la ansiedad, pérdida de apetito, astenia, falta de concentración e irritabilidad. Otros menos frecuentes, producen estas reacciones, como ocurre con la muerte de un ser querido, el divorcio, una contrariedad en el trabajo, aunque no sucede en todas las personas.

Tratamiento. El tratamiento se basa en dos modelos, el farmacológico y la psicoterapia, dependiendo del tipo de depresión se escoge uno u otro, o ambos a la vez. Los fármacos derivados de lo monoaminooxidasa (IMAO) son los más utilizados y su acción se realiza a través de las vías noradrenérgicas, dopaminérgicas, serotoninérgicas y melatoninérgicas. Los médicos de atención primaria lo prescriben en muchas ocasiones de forma inadecuada, para tratar crisis de ansiedad e incluso los mismos pacientes se automedican.

Se está investigando una proteína del cerebro llamada p11 de la que se podría extraer un fármaco contra ésta patología, cuya acción es más rápida que los utilizados en la actualidad y que actúa sobre la serotonina. Estos estudios han sido desarrollados por el Premio Nobel Paul Greengard, Director Médico del centro de investigación del Parkinson Michael Stern  de la Universidad Rockefeller y otros colegas en Suecia y Nueva York.

La alternativa al tratamiento médico es la psicoterapia, y cuando no hay mejoría se indica el electroshock, sobre todo cuando persiste la idea de suicidio. Es fundamental el apoyo con conversaciones y persuadirle para que no abandone el tratamiento. Lo más negativo es la actitud de la sociedad, que exige llevarla en secreto, lo que da lugar a un empeoramiento del paciente.

El electroshock consiste en el paso de una corriente eléctrica por el cerebro que da lugar a una crisis convulsiva, simulando una crisis epiléptica con pérdida del conocimiento.

Fue descubierto por el psiquiatra italiano Ugo Cerletti hacia 1938. Los primeros tratamientos de tipo convulsivantes se desarrollaron en la década de los 30. Manfred Sakel, en 1933, desarrolló el coma insulínico al inyectar un exceso de insulina que provocaba una bajada de azúcar en sangre (hipoglucemia) que inducía convulsiones y coma. Posteriormente, Von Meduna, en 1935, indujo convulsiones en animales con sustancias químicas, una de las cuales era el cardiozol, un excitante nervioso parecido a las anfetaminas.

La insulinoterapia, introducida por Manfred Sakel entre 1930 y 1933, se utilizó en la esquizofrenia, pero requería equipo especializado y una unidad con todas las técnicas hospitalarias. El peligro es que puede provocar un coma insulínico.

El electroshock sigue siendo válido en la esquizofrenia refractaria al tratamiento médico, en la depresión bipolar en su fase maníaca y en los casos de ideas suicidas. Existe una corriente que rechaza su aplicación, pero aún hoy sigue siendo un arma muy útil. Los efectos secundarios sin mínimos y reversibles, como la pérdida de memoria o la confusión.

En España con la llegada de la crisis, su incidencia ha aumentado afectando en casi 2 millones de personas, de los que sólo un 50% reciben tratamiento. El motivo de no recibir la terapia adecuada se basa en que no son bien diagnosticados, dificultades en el proceso de entrada al sistema sanitario, negativa de los pacientes a recibir el tratamiento motivado por la propia enfermedad y el abandono de los mismos, por lo que hay que simplificarlo en una o dos tomas diarias.

“A la depresión hoy en día no se le presta la atención adecuada, tiene múltiples repercusiones y produce un sufrimiento muy importante”, se lamenta el doctor Jerónimo Saiz, Jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal. El consumo de antidepresivos ha aumentado últimamente. “La mayor parte de estos tratamientos prescritos no se corresponden con cuadros de depresión, sino relacionados con el estrés”, asegura el doctor Saiz.

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